Ya lo sé Mari, que está fatal escudarse bajo el argumento de que la envidia es el deporte nacional por excelencia, pero hay ocasiones en las que a una no le queda más que criticar y odiar a según qué personas, porque la envidia te corroe y su vida te agobia. Y claro que podrías dejar de seguirlos en Instagram y borrarlos de tu Facebook, pero entonces no se llamaría vida sino vacua existencia sin sentido. Y no, no estoy hablando del tipazo de Gigi Hadid o Kendall Jenner, porque aunque parezca increíble Mari, tú y yo sabemos que hay cosas en esta vida que dan muchísima más envidia que esos cuerpos perfectos sin celulitis ni estrías que desfilan para Victoria’s Secret.
1 Ver como hay algunas (llámalas “privilegiadas”, llámalas “malditas g*%@#s del infierno”) con un metabolismo excepcional que pueden atiborrarse de comida basura, grasas hidrogenadas y azucares refinados sin ganar ni un solo gramo. Mientras a otras hasta el olor del brócoli cocido nos engorda. Ni paz en el mundo ni nada, si a mí se me apareciese el genio de la lámpara lo que le pediría sin dudarlo ni un momento es comer y no engordar.
2 La gente que está morena en abril, ¿cómo lo hacen? Otras nos pasamos todo el verano vuelta y vuelta cual lagartija al sol y no cogemos ni medio tono.
3 Las fotos de gente en la playa cuando tú estás en la oficina. Sólo espero que en el chiringuito le sirvan la cerveza caliente.
4 Observar cómo hay chicas que no tienen que pelearse cada mañana con el secador ni las tenacillas ni saben lo que significa la palabra encrespado, porque es salir de la ducha y dejar secar el cabello al aire para que luzcan pelazo. Así, sin pasar calores ni tortura ni nada. A todas esas individuas de melenas perfectas solo quiero deciros que os odio muy fuerte.
5 Que tus amigos y conocidos te expliquen sus últimas vacaciones en lugares de ensueño, regodeándose en los detalles, visionado de fotos incluido, mientras te relatan todas y cada una de las anécdotas acaecidas en el viaje en cuestión. Cuando tú lo más lejos que has ido este año ha sido al extrarradio a visitar a tu tía Paqui y porque le dio un achuchón a la pobre mujer, que sino ni de tu casa sales.
6 Esas chicas que se hacen un perfecto eyeliner en un momento. Cuando tú necesitas escuadra y cartabón y encima parece que esa línea la ha trazado un mono borracho con párkinson o Homer con su escopeta de maquillaje.
7 Las fotos de gente en la playa cuando tú estás con el jersey de cuello alto. Ojalá pida ensaladilla rusa y le den la de antes de ayer, la que tiene salmonela, ya verás qué rápido dejan de subir imágenes a Instagram con el irónico hashtag #aquísufriendo.
8 Las chicas que llevan tacones como quien lleva deportivas. Otras con solo pasar una hora a más de 10 centímetros del suelo ya parecemos una jirafa recién nacida que lucha por mantenerse en pie con un poquito de dignidad.
9 Esas alienígenas, porque son de otro mundo, que siempre llevan el maquillaje y la manicura impecables, ¿cómo lo hacen? Cuando otras al terminar la jornada parece que venimos del campo de combate con el rímel corrido y la laca de uñas descascarillada.
10 Las fotos de gente en la playa en general. Por favor, acabemos con las playas o con las gentes, pero basta ya de tanto sufrimiento. Este resquemor que estamos acumulando el resto no puede ser bueno.
11 La gente que tiene mejores tarjetas de visita que las mías. “Vaya, la tarjeta de visita de Paul Allen… Qué bello ese color sutil, casi blanco… La exquisitez del grosor… ¡Oh! Si hasta tiene marca de agua”. Ah, no calla Mari, que la psicópata de las tarjetas de visita no soy yo, ese es Patrick Bateman en American Psycho. Es que, querida, cuando una se pone a envidiar no tiene límite.