Reconócelo Mari, cada vez que tienes una primera cita estrenas vestido, dedicas un buen rato a peinarte y maquillarte, te pones perfume en puntos estratégicos, stalkeas los perfiles online de tu cita, con el único fin de informarte sobre sus gustos y aficiones y así evitar que se produzcan silencios incómodos… A ver, que no es que seas tú seas un pelín psicópata, pero oye, que si viendo su actividad en redes sociales has descubierto que el muchacho le pega al pádel, que está más enganchado a “True detective” que tú a las compras online o que ya odias a su amigo Álvaro sin ni siquiera conocerlo… Mari, no es culpa tuya, ¡que el chico aprenda a configurar el grado de privacidad de sus cuentas! Que si tú has descubierto todas esas cosas en apenas 4 horas de nada, ¡qué no podría averiguar alguien que tuviese malas intenciones! Y que quisiese, por ejemplo, secuestrarlo. Le bastaría con saber que el zagal va al gimnasio de al lado de su curro a última hora y que sale de él a eso de las 21:45 para dirigirse a un descampado, muy mal iluminado, a buscar su coche y conducir hasta su casa, dónde únicamente le espera la compañía de su gato.
Bueno, a lo que iba, que una invierte tantísimo tiempo en preparar este primer encuentro, que se olvida de lo principal, la cita en sí, dejándola al azar. Quizá no podrás controlar en qué local quedáis, pero lo que sí tienes que tener en cuenta es que hay una serie de platos que bajo ningún concepto están permitidos en una primera cita.
-Un amigo me confesó una vez que a ellos no les gusta que pidamos ensalada, ¡ni que fuesen ellos los que pasan hambre! Que les gustan las chicas que comen de verdad y que bla bla bla… En realidad, no debes pedir ensalada porque a los diminutos trocitos verdes de lechuga les gusta quedarse entre los dientes. Y es que eso que haces con tus amigas después de comer de abrir muchísimo la boca y utilizar la cuchara como espejo o preguntarles directamente si tienes algo en los dientes, pues como que con una primera cita no procede.
-En general, comer con las manos no es muy buena idea, por lo que la hamburguesa queda totalmente descartada. Sobre todo porque con lo mona que te has puesto, los chorretes de mayonesa, kétchup y mostaza recorriendo tus brazos no van a quedar muy bien.
-No intentes emular la película de “La dama y el vagabundo”, los espaguetis son un DON’T en toda regla. Recuerda que el final de un largo fideo puede terminar siendo un latigazo de tomate en toda la cara.
-No te vayas de tapas con tu ligue, porque eso siempre termina en una ración de patatas con alioli o unas gambas al ajillo. Y con ese aliento, además de ahuyentar a Drácula, no se te va a acercar nadie más en 3 kilómetros a la redonda.
-Deja la casquería para otra ocasión y evita las mollejas y las criadillas, que no tienen nada de malo, pero hoy en día vivimos en un mundo en el que hay personas tan susceptibles… Aunque bueno, si el muchacho fuese vegano ya lo sabrías por su Facebook, con lo que esta cita nunca se habría producido. Porque una por su pareja puede renunciar a muchas cosas, pero ¿el jamón? ¡Ah, no! Por ahí sí que no paso.