Segunda cita – Juanma

Como recordaréis, hace cosa de unas semanas tuve una cita MA-RA-VI-LLO-SA con nuestro querido Lucas. Todo era color de rosa y algodón de azúcar, lo típico. Pero como esto no es un cuento de Disney, nos quedamos sin nuestro esperado final a lo “y comieron perdices”. Lucas volvió a Londres y yo me quedé en tierra patria. 

Teniendo el subidón y la adrenalina de una primera cita Tinder increíble, tenté a la suerte y decidí tener una segunda cita en mi historial. 

Juanma se había graduado como ingeniero aeronáutico y se estaba preparando para ser piloto. Físicamente era muy atractivo, alto, moreno, la típica barba de tres días, sonrisa y ojos bonitos… Un chollo, ¿no? 

Después de varios días hablando por la aplicación, nos dimos los teléfonos y fijamos nuestra cita para el domingo por la tarde. Quedaba oficialmente instaurado el domingo como el día de cita Tinder. Si lo pensáis bien, es el día perfecto: lo más seguro es que no tengas nada mejor que hacer salvo ir del sofá a la cama intentando pasar la resaca del sábado, todo el contenido de Netflix te habrá aburrido para las 5 de la tarde, entrarás en barrena no queriendo que al día siguiente sea lunes… Lo mejor es ponerse una buena máscara de pestañas, pintalabios rojo y salir a tomar una cerveza. Quién sabe si funcionará. 

Cargada de entusiasmo e intentando convencerme de que podía tener dos buenas citas en una semana, me planté en La Divina de Castellana, donde había quedado con Juanma, con los minutos justos de retraso dignos de la cortesía sin que llegue a rozar la mala educación. 

Ya de primeras vi que era muy fotogénico delante de la cámara, pero que al natural perdía mucho encanto. Aún así, como el físico (a pesar de que sea lo primero que entra por los ojos) no es esencial, nos pedimos nuestras respectivas cervezas. 

Nota importante: para una primera cita elige un sitio tranquilo, con gente, pero donde no haya demasiado bullicio para no tener que gritaros cada vez que preguntéis algo. La Divina no es una buena opción. Había mucha gente y apenas nos escuchábamos, además de que encontramos mesa de milagro y no en un buen sitio. Quizás fue por esto que la conversación no fluyó, y a mí se me enamora con una buena charla. 

Antes de llevar media cerveza ya me había dado cuenta de que no había ni física, ni química, y el feeling que pudiera haber surgido ni siquiera salió de casa esa tarde. Además, el sentimiento era recíproco, con lo cual no me sentía mal del todo. Terminamos nuestras bebidas y pagamos cada uno lo suyo. 

Aunque nos habíamos caído bien, ambos supimos que esa sería la primera y última vez que nos viéramos. Nos dimos los dos besos reglamentarios, media vuelta y cada uno en su casa. 

Viéndome caminando sola, por la noche, un domingo… pensé que podría haberme quedado perfectamente en casa sin hacer nada. Había desperdiciado maquillaje, ropa, y tiempo. Pero claro, una ilusa como yo pensaba que le tocaría la lotería dos veces seguidas. ¡Ja! 

Me recompuse de mi desánimo y me autoconvencí de que no pasaba nada, que Lucas había dejado el listón muy alto e iba a ser difícil de superar, pero que seguro que en el momento menos pensado aparecía un nuevo protagonista para darle un plot twist a mi historia. 

Así que volví a mi mansión de 30m2 volviendo a creer en el amor. 

Siempre vuestra, 

Tinderella.

Suscríbete!
Entérate de todas nuestras noticias