¿Abandono el mundo online?

Después de unos cuantos meses en esto del amor online llega un momento del ciclo de la vida en que me aburro soberanamente de estas aplicaciones. Me parecen vacías de personalidad, donde se repiten los mismos patrones una y otra vez, y donde al final, me veo perdida y sin saber qué busco ni qué quiero encontrar.

Después de la desaparición de Lucas (ya os contaré mejor), y la cita sin más con Juanma, no me apetece lo más mínimo volver a quedar con nadie. Tengo las mismas conversaciones una y otra vez, y no me llevan a ningún sitio. Estoy algo mustia con esto de Tinder y sus sucedáneos. 

Cada vez que abro la aplicación y veo un perfil al azar en la pantalla, me enciendo un cigarro en la ventana del salón y empiezo a desplazar a la izquierda. Una vez, y otra, y otra, y otra… O cada día soy más exigente, o estoy más aburrida, o el algoritmo de Tinder está fastidiado. No hay manera de que un perfil me encaje. 

Me hace gracia que cuando aparece que soy el “super like” de alguien, intento mirarle con ojos positivos, pero es que no hay manera. Los que me dan estrellita azul son siempre CERO mi estilo. Que no hay por dónde cogerles, vaya, ni por equivocación. Bueno, miento, hay uno que se salva: Pablo. Pablo era un chico lindo, parecía simpático, con ese noséqué que podía funcionar. Le escribo una de mis famosas frases rompehielos, a ver si podemos sacarle chicha al asunto. 

Resultado: game over. Ni respondió. Qué bien, oiga. 

En realidad, ya no sé si sigo metida en esto por mí, porque estoy muy aburrida, o porque mis lectores me incitan a que les cuente más aventuras raras de las mías… La cuestión es que empiezo a plantearme si es posible encontrar el “amor” en Tinder. 

Es cierto que conozco casos de parejas que son felices y comen perdices cuyo cuento empieza por “érase una vez en Tinder…”, pero parece que el cuento de hadas no me quiere como protagonista. 

Ojo, cuidao. Que yo no pretendo encontrar al amor de mi vida en internet. Pero sí por lo menos el amor de mi vida de esta semana/mes. Una cosa sin pretensiones de boda, pero algo que me divierta, me saque de la rutina, y me infle un poquito el ego. Que a todas nos gusta sentirnos especiales, y aunque no necesitamos que nadie nos lo diga, a veces no viene mal escuchar de otros labios lo maravillosas que somos.

La cuestión es que, por muy esperanzada que empiezo siempre al comenzar una nueva fase de “aventuras en Tinder”, toda la ilusión cae por su propio peso al poco tiempo. Pasa siempre lo mismo: quien me gusta no me quiere y quien me quiere no me gusta. Qué perra es la vida. El efecto inmediato de este acontecimiento es mi pérdida de interés al 99%. Que sí, que pagan justos por pecadores, porque lo mismo me decís que el hombre de mi semana/mes (de la vida ya ni me lo mencionéis) está entre ese mar de perfiles, esperando a que le encuentre. 

Ya, no cuela. 

Estoy ya hasta las narices… Y ojo, que la culpa es mía. Mía y de nadie más. Porque soy tonta, rubia y tonta, lo tengo todo.  Creo que lo mejor será abandonar el mundo online para vivir más en el aquí y ahora. Quién sabe, quizás el mundo offline haya mejorado. 

Os mantendré informados. 

Siempre vuestra, 

Tinderella. 

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