Tras el nacimiento de Mia, los primeros días en casa fue para conocernos mejor, crear nuevas rutinas, entendernos y llegar a algunos acuerdos en cuanto a horarios y demás. Todo eran primeras veces y dudas pero poco a poco nos fuimos haciendo a la nueva situación. Todo estaba controlado, aunque siempre en el entorno seguro del hogar. Pero claro, en algún momento había que salir a la calle. Y sentía un miedo extraño, a perder el control sobre la situación, a que se plantease algo inesperado y que no supiese como reaccionar. La primera vez que nos animamos a salir de casa con Mia fue para ir a la farmacia del pueblo, que andando está a unos 20 minutos. Tampoco arriesgamos mucho la verdad, pero teniendo en cuenta que era febrero y hacía frío, no era un paseo muy agradable.
Preparamos a Mia como si fuera de expedición al Polo Norte, forrada y embutida en su buzo de osito que solo le dejaba al descubierto una parte de la cara. ¡Estaba para comérsela! Cogimos a nuestra perrita Amy y nos fuimos los cuatro a dar el paseo. La ida genial, pero al llegar a la farmacia, a la que entré yo sola, algo cambió. Cuando salí, la cara de Antonio era un poema. La niña se había puesto a llorar desconsolada y no había manera de calmarla. Le había entrado hambre. Para colmo, Amy no paraba de llorar y tirar de la correa para todos lados muy nerviosa. El camino de vuelta nos lo pasamos escuchando a Mia llorar, ya que nos daba cosa sacarla del capazo por el frío que hacía, y su llanto nos estaba poniendo de los nervios. Es difícil de explicar, pero cuando escuchas a tu hijo llorar hay algo por dentro muy instintivo que te empuja a hacer lo que sea para que se calme.
Bueno, pues tras esta maravillosa experiencia que no duró más de una hora pero para nosotros fue eterna, sabíamos que el siguiente intento de salir a la calle con Mia iba a ser complicado.
¿Y a dónde se nos ocurrió ir? Pues a Alcampo para hacer la compra mensual. Allí que nos plantamos con el cochecito con capazo incluido porque no sabíamos que podríamos hacer con Mia una vez llegásemos al supermercado. Y si, existen unos carritos de la compra especiales para bebés que llevan incluido un maxicosi en el manillar. ¡Qué brillante idea!. Apuntado para la próxima. Con el tiempo he comprobado que la mayoría de los supermercados lo tienen, aunque no te dejan sacarlo para llevar la compra al coche, por lo que una vez en caja, debes avisar para que te traigan un carro normal donde dejar tu compra ya pagada y con el bebé en brazos, ir hasta el coche para cargarlo con la compra… ¡tampoco dije que fuera perfecta la idea!.
Esta vez uno iba con un carro de la compra normal y el otro con el capazo. Se veía a distancia que llevábamos la L de novatos, vamos, ¡un show!. Teniendo en cuenta que Mia apenas tenía 15 días de vida, sabíamos que no iba a tardar mucho en pedir de comer. Y así fue. Me tocó dejar a Antonio dentro del supermercado haciendo la compra mientras yo buscaba una sala de lactancia. Bueno, sala de lactancia si es que se le puede llamar así a un cuartucho junto a los baños con un lavabo, un cambiador y una silla. No cabíamos con el cochecito así que me quedé con la puerta abierta, medio cochecito dentro y yo sentada (comodísima) dándole el pecho. A esto hay que añadir un maravilloso olor a pis que echaba para atrás… Es cierto que hay algunas otras salas de lactancia como la del Centro Comercial Xanadú que son una maravilla. A la media hora o así, volvimos a entrar en busca de Antonio para terminar de hacer la compra y marcharnos a casa. Y cuando llegamos al coche nos dimos cuenta que con el cochecito metido en el maletero ya poca compra nos entraba… Nota mental: para hacer la compra mensual, no traer el cochecito que ocupa todo el maletero…
Pero aquí no acabó la cosa. Pocos días después nos aventuramos y nos fuimos al centro de Madrid. Contando con que vivimos en un pueblo a unos 40 kilómetros y que nos horroriza entrar con el coche en el centro por el tema del tráfico y el aparcamiento, pensamos que lo mejor era ir en coche hasta una parada de metro con fácil aparcamiento y luego coger metro hasta el centro. Y así hicimos. Suerte tuvimos que tanto la parada de inicio como la de destino disponían de ascensores para poder ir con el cochecito, porque sino hubiera sido imposible. Y no solo para alguien que va con un cochecito de bebé, sino cualquier persona que vaya en silla de ruedas o tenga movilidad reducida. Nos dimos cuenta que no todas las paradas tienen ascensor, o si lo tienen para salir o entrar pero no en las conexiones entre líneas. WTF? ¿Y qué haces si llegas a una parada y no tienes manera humana de llegar al anden que necesitas? Te toca viajar a otra parada o pensar otra combinación de líneas para acabar en una parada con ascensor, que son escasas. Porque coger el cochecito en peso por las escaleras es impensable y en teoría está prohibido usar las escaleras mecánicas (aunque en un momento desesperado hemos puesto el cochecito a dos ruedas en las escaleras como en Too Fast Too Furious…) ¿Qué hago señores del metro? ¿Cómo leches salgo de las profundidades al mundo exterior? Los de Metro de Madrid te dicen que puedes consultar la accesibilidad de cada línea/estación a través de la App pero también puede pasar que llegues y el único ascensor disponible esté «Fuera de servicio». ¿Y ahora qué? Esto ya nos hizo plantearnos las opciones que existen para moverte en transporte público por la ciudad y es complicado. ¡Pues voy en taxi! Pero espera… necesito un taxi que tenga la silla adaptada para bebés instalada. Así que no vale levantar la mano en medio de la calle y pillar el primero que pasa. Te toca llamar a central y que alguno pueda/quiera instalar su silla y venir a buscarte… ¡Qué fácil todo!
La solución más práctica sin duda es el bus, ya que son amplios y tienen una zona especial para ir con el cochecito. Lo único malo, reza para que cuando llegue no tenga ya algún carro dentro, ya que hay un limite de carros a bordo.
En fin, ¡toda una odisea! No te das cuenta de lo poco adaptado que está el entorno hasta que te toca… y desde aquí quiero dejar reflejada mi indignación máxima en este tema.
Aunque también he de decir que con el tiempo vas cogiendo maña y aprendiendo trucos que hacen que moverse sea mucho más fácil, así que no os desaniméis. Sino, siempre quedará el porteo. Te cuelgas a la niña cual cangurito y a la calle.