«Vale Myrian, respira. Una vez más. Tranquila que tu vida no va a cambiar desde hoy mismo, o al menos no de manera tan radical. Tienes por delante casi 9 meses para prepararte. Pero… ¿por dónde empezamos?«
Lo primero que hicimos fue ir de nuevo al médico, que nos dio la enhorabuena y me pidió otros análisis. No lo he comentado, pero tengo cierta fobia-pánico-es-posible-morir-de-repelús a las agujas. Digamos que lo llevo regular tirando a que suelo acabar llorando como una niña de 5 años. Pero bueno, no me queda otra. De aquí a un año me iban a pinchar tantas veces que acabaría con complejo de colador.
«Todo correcto y la hormona del embarazo muy positiva…» ¿Eso qué leches significa? Porque se está o no se está embarazada… Pero no se puede estar MUY embarazada… ¿O acaso venían dos? Eso no podría averiguarlo por desgracia hasta la primera ecografía, que te la hacen a los 3 meses junto con la primera cita con la ginecóloga. ¿Qué iba a hacer durante los próximos dos meses (además de esperar)? Pues meterme en Internet a leer mil cosas:
¿Qué puedo y no puedo comer?
¿Puedo hacer deporte?
¿Puedo saltar?
Tendré que apuntarme a pilates, yoga y natación,
¿tengo que dormir del lado izquierdo?
¿Cuánto iba a engordar?
¿Puedo acostarme con mi marido?
¿Tengo que contarlo en el trabajo?
¡Tengo que comprar ropa pre-mamá!
Me podrían sangrar las encías e incluso perder los dientes
…
¿Pero qué cojo***….? Quiero decir, ¿qué condiciones y exigencias traía este nuevo pasajero a bordo? «Respira. Relájate. Cuenta hasta 10 y luego repite conmigo: no estoy enferma, solo embarazada«. En un primer momento me asaltaron mil dudas- y temores-, y algunas tenían respuestas contradictorias, porque no olvidemos que cada embarazo es un mundo, te puede pasar de todo o puede no pasarte nada, como es mi caso. Yo esperaba las náuseas mañaneras, la agudeza olfativa de Jean-Baptiste Grenouille, el prota de «El Perfume», los antojos y caprichos imposibles de un auténtico marajá, hasta coger asco a algunas comidas, al dulce o incluso a mi chico. Pero no (menos mal, pobrecito. El chocolate, digo). Lo único que noté fue mucho cansancio a partir de la hora de comer y, si hacía mucho calor, me bajaba la tensión. Pero poco más. Me tiraba en el sofá cuál extra secundario de «The Walking Dead», produciendo sonidos raros y sumiéndome en un profundo sueño con los ojos en blanco. Un espectáculo que por fortuna solo tenía un espectador (y sufridor): mi chico. ¡Santa Paciencia! Todo el día esperándome para ir a la piscina y le era infiel con Morfeo.
Además del sueño incontrolable, me salió un tripón de repente que no era normal. ¿Qué iba a dejar para cuando estuviera de 7 meses? Con mi metro y medio de altura (1,53m para ser exactos) iba a ser mucho más fácil saltarme que rodearme. Lo de que pudieran venir dos empezaba a preocuparnos seriamente… En esta etapa de incertidumbre existen algunas apps que son de bastante ayuda y puedes ver la evolución del polizón semana a semana. Además de recibir interesantes consejos.
«Querido Polizón, tendremos que aprender a convivir durante los próximos meses y a llevarnos bien.«