En la oscuridad veremos con claridad, mis hermanos. En el laberinto encontraremos el camino correcto. Henri Michaux
Un laberinto. Irregular, casi impenetrable, como un jardín secreto. Esta es la imagen que ha inspirado a Maria Grazia Chiuri, Directora Artística de la colección de mujer de la Maison Dior, en su primera colección de Haute Couture.
Fascinada por el sinfín de interpretaciones que este arquetipo ha tenido a lo largo de los años, la diseñadora percibe su aventura dentro del corazón del ‘mundo Dior‘ como una introducción a un laberinto cuyo camino está lleno de flores, plantas e imágenes alegóricas que forman parte de la iconografía de estos lugares pero que, al mismo tiempo, hacen referencia a la imaginación de Christian Dior, quien escribió sobre ello: «Después de las mujeres, las flores son la creación más divina. Son tan delicadas y encantadoras que deben ser tratadas muy cuidadosamente.» El resultado, vestidos de noche tornasolados y colores empolvados (malva, azul, rosa y gris) que evocan el paso de las temporadas y de la vida en sí misma, y cuyas piezas se componen de tul lleno de delicadas flores, como aquellas que se preservan en nuestros más preciados herbarios. Claude Lalanne, por su parte, imaginaba que las flores, zarzas y mariposas de los vestidos joya desembarcaban en los cuerpos preparadas para cobrar vida.
La memoria es la fuerza motora que da forma a una nueva historia que vuelve a escribir el léxico de la Maison traduciéndolo en formas y cortes que son la impronta de las siluetas, sueños y deseos de la mujer de hoy en día. El encaje, por ejemplo, se corta y se monta en organza; los tules plisados de cuento de hadas se estratifican en composiciones que son tan etéreas como majestuosas. Los sombreros y las máscaras de Stephen Jones le dan un aspecto gótico y fantasmagórico con un toque punk.
Maria Grazia Chiuri adopta el arte de la divinidad transformándolo con el fin de decorar sus creaciones: estrellas bordadas que sobresalen en tul dorado, símbolos del tarot pintados a mano en partes blancas de vestidos largos. Este color blanco, se puede encontrar también dentro de un vestido negro, añadiendo un elemento que va más allá del esmoquin femenino. Convertido en una serie de frescas interpretaciones, este outfit para la noche, típico de los hombres se convierte en la pieza definitiva de la feminidad contemporánea. La ‘Bar jacket’ es deconstruida y se reinventa en forma de capa. Plisados, culottes amplios con satén en los laterales y el abrigo ‘Domino’ y una impresionante capucha negra de terciopelo.
Este viaje se guía por un deseo de belleza, donde perderse a uno mismo es un paso necesario para desafiarse a sí mismo y evolucionar. Y, por eso, Maria Grazia Chiuri imagina una espléndida esfera sacada de un cuento de hadas para finalizar el desfile. Liberadora e inolvidable.
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