Cuando Mia nació, Antonio y yo decidimos que no la meteríamos en la guardería tan pequeña. Él es freelance y muchas veces su trabajo le permite hacerlo desde casa, así que cuando acabó mi (corta) baja maternal, nos organizamos de manera que Antonio se quedaba con ella por las mañanas y yo, que había solicitado reducción de jornada, me ocupaba de ella por la tarde. Así hemos estado 1 año y bien, pero es cierto que este sistema no nos permitía pasar las tardes juntos jugando y Antonio sufría mucho escuchándonos reír en el salón mientras él estaba encerrado en el estudio retocando fotos… Así que después de mucho pensarlo y estudiar numerosas opciones, nos decidimos por entrevistarnos con la directora de una escuela infantil en Madrid. Nos contó su metodología y filosofía y nos enseñó las instalaciones. Nosotros veíamos fundamental que donde fuera, tenían que preocuparse por estimular a Mia constantemente. Eso hemos procurado nosotros desde bebé y por eso (y por la genética) es una niña tan despierta y activa. Son un poco hierbas (en el buen sentido de la palabra) y tratan muy bien a los niños. El feeling fue mutuo así que nos decidimos.
Ahora tocaba cambiar la rutina de la mañana y algunos horarios. Mia vivía en una especie de anarquía horaria con tendencia ni-ni en la que dormía casi 13 horas por la noche más alguna siesta durante la mañana, levantándose a las 10 y acostándose cerca de las 11 de la noche. Ahora tocaba madrugar para llegar a las 9 a la guarde y eso suponía empezar con baños y cenas sobre las 7-8 para estar en la cama a las 8:30h como tarde.. Pobrecita! Aún así, el primer día de guarde se despertó con una sonrisa y una emoción que le contagiamos y que ella no sabía muy bien a qué se debía. Mochila, pañales, toallitas, muda, vasito para agua y camino a la guarde. La primera semana fue de adaptación, así que los primeros días sólo estuvo un par de horas, otro día ya se quedó a comer y finalmente la jornada completa. El primer día nada de llanto. el segundo, como ya sabía a lo que iba, fue un poco más traumático… Pero sobre todo para su padre: era un paso difícil, después de un año junto a ella la iba a echar mucho de menos.
La verdad es que estamos muy contentos con la decisión. Le estimulan mucho, les hablan en inglés y hacen muchas actividades y trabajos manuales. Está espabilando por momentos y ya se tira a los brazos de la profesora cuando llegamos por la mañana. Y nosotros nos derretimos de amor cuando nos cuentan que cuida de sus compañeros más pequeños, a los que cuando ve llorar, les intenta consolar dándole juguetes… ¿me la como?
Lo único que quiero es eso, que sea una buena persona en el futuro, y en el momento en el que dejas en manos de otras personas parte de la educación de tus hijos, te asaltan muchas dudas y temores. Pero confiemos en los profesionales.
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