El día que acabó mi cuarentena

Hoy termina mi periodo de cuarentena. ¡Por fin!
Postparto, cuarentena, puerperio… lo llamen como lo llamen ¡ES UN AUTÉNTICO COÑAZO! Aunque quizá la palabra «cuarentena» no define de manera muy exacta este periodo que sufrimos las mujeres después de un parto, porque ni son 40 días clavados ni tenemos que estar aisladas del mundo, básicamente porque no estamos enfermas. Pero sí se trata de un cóctel de cambios físicos y emocionales a lo largo de más de un mes (de 6 a 8 semanas) con diferentes fases que nos afectan mucho. Empecemos por el principio:

Primeras 48 horas en el hospital
Los dos días que pasé en el hospital fueron los más molestos sin duda. Tras el parto, que ya tiene su qué, llegan para quedarse los queridos loquios (no puedo evitar acordarme del villano de Marvel Loki cuando escucho esa palabra…) que no dejan de ser secreciones vaginales producidas por el desprendimiento de la placenta y en las que se expulsa sangre, vernix caseosa, moco cervical y tejido placentario. Vamos, un puto asco.

Qué feliz era yo cuando estaba embarazada y pensaba… «¡Qué bien! Voy a estar sin que me visite la prima «menstru» más de 9 meses». Pues todos esos meses mágicos sin la regla se desvanecen ante estos 40 días de postparto en los que al principio parecía extra en la peli de terror de Freddy Krueger. Aunque por fortuna se va reduciendo poco a poco, no deja de ser una eterna regla de más de un mes. Tras el parto, sufrí los mismos dolores de una regla intensa, son los llamados entuertos, unas dolorosas contracciones que ayudan a que el útero vuelva a su forma original. Al menos ya podía tomar paracetamol e Ibuprofeno para calmar el dolor. Por cierto, vaya palabros feos se gastan para llamar a todas estas cosas.

El caso es que sangraba cada dos por tres y manchaba mucho. En el hospital me daban compresas tocológicas de algodón que me ponía con bragas negras (para que no se notasen las manchas) que compré en un pack de 5 por menos de 4€ en Primark. Usar bragas desechables no terminaba de convencerme y éstas las podía lamarlas un poco bajo el grifo con jabón, dejarlas secar y usar otra vez. Tenía que cambiarme cada dos por tres, lavarme con agua tibia y jabón, y secar muy bien para evitar estar húmeda. Esto era muy recomendable para que los puntos (en mi caso «el punto» porque solo me dieron uno) se cicatrizasen y cAyelén pronto.
Al final acabé por no ponerme nada, quedarme con «el temita» al aire y tener empapadores por todos lados para cuando me sentaba en la cama, en el sillón, en el sofá… Para más inri, durante todo este tiempo no se pueden utilizar ni tampones, ni copa menstrual, ni compresas que no fueran de algodón. El olor me resultaba realmente asqueroso, como a humedad. No es que huela especialmente mal, pero yo jamás he utilizado compresas y ese olor y sensación de humedad no podía soportarlos.

A todo esto hay que sumarle que tras haber tenido un parto vaginal como el mío, tenía toda la zona inflamada y a penas tenía sensibilidad. No percibía las ganas de hacer pis y vivía con miedo de apretar al ir al baño porque me daba la sensación de que me iba a romper.

En esos momentos te sientes muy vulnerable. Tan solo con una bata por encima atada por la espalda cuya abertura no controlas en absoluto. Te sientes sucia, dolorida y con movilidad reducida, ya que te mueves lento y sientes dolor al moverte o sentarte en algunas posturas. Incluso sentía dolor en la zona donde tuve puesta la vía y la epidural. No olvidemos que también estás todo el rato con la teta fuera para dar de comer a tu hija y que es posible que hayas dormida poco (o nada) en días… Tenía aún algunas zonas insensibilizadas por la epidural, como parte del muslo izquierdo y el perineo, y una sensación como si me hubiese caído de culo, de toda la presión que ejerce el bebé al salir por el conducto del parto. Me aseguraron que con el tiempo se me iría pasado. Pero vamos, que estaba hecha un cromo. Cada día pasaban los médicos varias veces para revisarmee, apretándome el abdomen para comprobar por dónde tenía el útero y con un tacto que ahora era bastante más doloroso. Antes tenía mis dudas, pero ahora tengo clarísimo que en esas 48 horas, en mi opinión, no se debe visitar a la recién estrenada mami en el hospital. Son unas horas en las que no te encuentras bien físicamente, las emociones están a flor de piel, necesitas tranquilidad para que tu bebé, el papá y tú os conozcáis y aprendais a llevar lo mejor posible esta situación tan nueva para todos.

Primera semana
A los dos días aparecieron agujetas por todo mi cuerpo del tremendo esfuerzo y la tensión que sufre el cuerpo con las contracciones y durante el trabajo del parto. Asistí a la primera cita tras el parto con mi matrona en la que me revisaron de nuevo el abdomen, tacto vaginal y puntos. ¡Todo iba genial! Me mandaron un complemento de yodo que tuve que sumar al que ya estaba tomando de ácido fólico y hierro. Al finalizar la cuarentena me pediría unas analíticas para confirmar que todos los niveles estaban bien. Empezaba a ver la luz al final del túnel, porque a finales de la semana, ya casi no tenía molestias. 

Segunda semana
Durante la segunda semana seguía manchando bastante, y repitiendo los lavados con agua tibia y jabón varias veces al día, ya que seguía usando las compresas de algodón. Comenzaba a recuperar la sensibilidad en todas las partes de mi cuerpo y la zona donde tenía el punto seguía molestándome un poco, pero ya era mucho más llevadero. Tanto que al finalizar la semana, se cayó solo una de las veces que fui al baño. Tuve un (curioso) episodio de necesidad imperiosa de consumir azúcar o productos de bollería industrial, pero de manera muy bestia. Menos mal que no duró mucho… A finales de esa semana ya me encontraba prácticamente recuperada, cómo si no hubiera pasado nada.

Tercera semana
A las 3 semanas por suerte ya solo manchaba un poco de vez en cuando, así que abandoné las gordísimas e incómodas compresas de algodón para pasar a las normales. También reuní la fuerza necesaria para dejar los comodísimos vaqueros premamá y volver a entrar en mis vaqueros skinny de siempre. Tenía miedo de haber perdido mi figura, pero por suerte me cerraban perfectamente. Tras el parto había perdido ya bastante peso y gracias a la lactancia, durante las primeras semanas también. Parecía que no iba a ser complicado volver a mi peso antes de quedarme embarazada.

Cuarta semana
Al mes empezó a caérseme el pelo a manojos… ¿Os acordáis del pelazo que tenía durante el embarazo que casi no se me ensuciaba? Pues se ha ido… literalmente. ¡Adiós pelaso! Se acabó eso de tener el pelo limpio durante días y días seguidos. Por lo demás me encuentro genial, aunque sigo manchando un poco y así he seguido hasta prácticamente hoy.

Es cierto que es un incordio y que son muchos días pero aún así me parece algo sorprendente, ya que se trata de una serie de cambios que a tu cuerpo le han supuesto 9 meses llevarlos a cabo, y que se respetan y vuelven a su ser en poco menos de dos meses. No olvidemos que el útero ha pasado de medir 6,5 cm a unos 32-33 cm durante el embarazo. Y en apenas dos o tres semanas, vuelve a su tamaño inicial. El cuerpo humano es increíble.
Si encima todos estos cambios no los llevas bien del todo, puede desencadenar en una depresión postparto. Yo por fortuna lo llevé bien, aunque he de admitir que tenía cierta melancolía y pensaba cosas tristes como que cada día que pasaba ya no volvería, y tenía la sensación de que no lo había saboreado al máximo aunque no hubiese dejado de mirar a Mia en todo el día. No sé explicarlo mejor, pero me daba mucha pena.

Por suerte Mia ha sido desde el principio una niña muy fácil y he tenido a Antonio a mi lado en todo momento. Eso también ha ayudado mucho a mi recuperación. Me permitía descansar por las noches y hacer (casi) mi vida normal durante el día. No todo va a ser negativo… He de decir que en este periodo y gracias también a que estoy dándole el pecho a Mia, he recuperado el peso que tenía antes de quedarme embarazada. Ahora que ya he pasado la cuarentena y una vez que mi matrona me de el visto bueno definitivo, volveré a hacer ejercicio de manera saludable para encontrarme bien conmigo misma y en forma. Aunque no hay prisa…

 

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