Dicen que los niños no entienden de chantaje emocional o guerras psicológicas pero eso no puede se verdad porque Mia y yo ya hemos tenido varios retos de resistencia.
Cada día que pasa, podemos ver más indicios de cómo es la personalidad de nuestra pequeña. Nos va demostrando que es una niña minuciosa, constante en sus fijaciones, y que se frustra y enfada como una mona cuando no consigue hacer algo pero que lo intenta una y otra vez. Es muy alegre y cariñosa, que regala besos y abrazos sin venir a cuento (y que son los más valiosos, no los que le pedimos). Aunque otras veces, esos abrazos tienen claros tintes de chantaje. Si, si.. ella ya sabe que un beso después de «hacer daño» de alguna manera se compensa.
Ya hemos medido fuerzas unas cuantas veces y es difícil mantenerse firme.
Está enfadada porque no ha conseguido lo que quiere. Y sabe que eso que ha cogido de la mesa y ha tirado con tanto genio al suelo tiene que recogerlo. Y se lo pido una y otra vez, en tono relajado, por favor… pero ella se niega. Trata de distraerme señalándome otra cosa, diciendo palabras para llamar mi atención, carantoñas y risas, como si no hubiera pasado nada. Es demasiado orgullosa y no quiere ceder y recoger lo que ha tirado. ¿Puede una niña de 16 meses tener orgullo? Pues no soy psicóloga pero lo que esa niña me está demostrando en ese momento es que no piensa ceder… cruce de miradas, al más puro estilo felino. Vamos, el típico gato que te mira mientras hace la trastada…
¿La solución? En mi caso ser muy constante, no perder los nervios y no sucumbir a sus técnicas de distracción. Buscar una vía alternativa para para que acabe haciendo lo que le estás pidiendo, convirtiéndolo en juego, por ejemplo. Si se sale con la suya aprenderá que con un poco de tesón consigue lo que quiere.
Suelo tratar de cambiar el tono, el orden de las palabras, añado un aliciente al final para premiarla si lo hace… pero no paro de repetirle lo mismo una y otra vez. Como si me hubiese rayado…
Lo bueno es que aparentemente no es rencorosa y al poco tiempo olvida su fijación y cede. O al menos de momento parece que esto está funcionando…
Realmente es muy difícil educar con la calma y el diálogo cuando muchos de nosotros hemos sido educado a gritos, corriendo delante de la chancla voladora o con tremendos castigos que al final nunca se cumplen. Cuando empiezas a perder la paciencia, debes contar no hasta 10, sino hasta 10000 antes de pegar el grito. Es difícil, lo sé, y a veces no tenemos tiempo, pero en la educación de nuestros hijos la dedicación y el tiempo es fundamental. Hay que dedicar tiempo y ser constante. No tirar por atajos ni ceder a los chantajes, porque entonces habrás perdido no sólo la batalla, sino la guerra.
Nosotros estamos totalmente en contra de cualquier tipo de agresión. Tanto física como emocional. Cuidamos mucho lo que le decimos y lo que hacemos porque es una esponja que todo lo quiere imitar. TODO. Y si queremos que en un futuro sea una buena persona que no utilice la violencia como medio para conseguir la cosas, no podemos hacerlo nosotros. Parece de cajón, ¿verdad?
Obviamente es más rápido, aunque no tan eficiente, pegar un grito, un agarrón del brazo y un cate en el culo… lo difícil es ser constante, y estar media hora diciéndole «recoge eso y ponlo en la mesa». Ganarse el respeto y no el miedo.
La educación requiere mucha dedicación, tiempo, paciencia y constancia. Justo unas cualidades que en mí escaseaban. Pero si algo me ha dado la maternidad es (Santa) paciencia, y con ella, templanza y autocontrol. Que además me ha venido muy bien para otros muchos aspectos de mi vida, todo hay que decirlo.
Esto es lo que puedo contar hasta ahora. Quizá mañana sea mi primera derrota… aunque espero ser fuerte y resistir a esos ojos desafiantes (que hacen que me derrita)!! 💪🏽