Voy a ser mamá, ¿y ahora qué?

– Hola. Me llamo Myrian y voy a ser mamá.

– ¡¡¡Hooolaaa Myriaaan!!!

 

Que quería ser madre es una de las pocas cosas que he tenido claras desde siempre. En la vida se pueden elegir muchos caminos y todos son igual de respetables. Yo quería tener hijos… Si, en plural. La gente me llama loca cuando les digo que me gustaría tener una tribu y no, no soy de ninguna ideología de esas que tienen niños como si no hubiera un mañana o fueras la responsable de mantener viva la especie humana en caso de alguna catástrofe mundial. No. Es que siempre me ha gustado estar con niños y divertirme con ellos. Es pensar en una casa llena de niños e imaginarme jugando e inventando formas de estar entretenidos y me lleno de felicidad. Se me escapa esa sonrisa incontrolada con la mirada perdida que aparece involuntariamente cuando pensamos en algo que nos gusta o recordamos algo que nos hace muy feliz. Creo que yo nunca he dejado de ser niña de algún modo, y los que me conocen lo saben. Pero siendo realistas, no soy rica (económicamente hablando) y me conformo con al menos vivir la experiencia una vez (o dos o tres…).

 

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A pesar de que «nunca es el momento» en este ritmo de vida frenético que llevamos, hay que echar el freno y decir: «Ahora sí». A principio de año decidimos ir al médico, contarle nuestras intenciones de quedarnos embarazados en un futuro próximo y hacerme los análisis pertinentes. Todo estaba correcto… Ni rastro de los excesos de la adolescencia ¡menos mal! Ahora solo quedaba tomarme el ácido fólico a diario y esperar no sé muy bien a qué. Saqué la calculadora y mi calendario de menstruación. «Si en los últimos meses mis menstruaciones han comenzado a principios de mes y la ovulación es 13 días aproximadamente después del primer día, contando con que estamos en febrero, son 40 semanas de embarazo, la raíz cuadrada de… Uff. Espera!» Hay Apps maravillosas que te lo calculan!! ¡VIVA LA TECNOLOGÍA!. Si me quedaba embarazada en abril, nacería entre diciembre y enero. Pensándolo fríamente tenía claro que no quería robarle el protagonismo a nadie en Navidad, que ya hay un cumple bastante celebrado por esas fechas. Así que decidimos empezar «a buscarlo» en junio. Así nacería a principio de marzo, si mis cálculos no fallaban. Le sumamos los 4 meses de baja a la que tengo derecho en el trabajo y me planto en agosto, pero si además me pido mi mes de vacaciones, me incorporaría en septiembre. ¡Perfecto! Así haremos… Todo encajaba a la perfeccción. Pues no… En mayo nos dio por jugar un poco, una cosa llevó a la otra… Estábamos tranquilos ya que «a la primera es muy difícil«, todo el mundo lo dice. Hay parejas que tardan meses o (por desgracia) años en conseguirlo. Pero cuidado, porque ¡a veces a la primera también pasa! En mayo preparé mi hatillo para recibir la visita de mi querida prima «La Menstru». Los síntomas jugaban al despiste porque tenía el abdomen y los pechos hinchados. Todo parecía indicar que nada había cambiado. El primer día de falta nos compramos una prueba de embarazo, un clearblue de esos que te dicen casi la hora exacta en la que sucedió, cómo. dónde y por qué. Nos despertamos a las 8 de la mañana… Los nervios, supongo. Y con legañas y los ojos pegados nos pusimos a leernos todas las instrucciones que acompañaban a lo que parecía una chocolatina, por el envoltorio que tenía. No era tan complicado. Solo tenía que hacer pipí en algún envase, sumergir parte del palito y esperar que en la pantalla apareciera algo. Ese algo que nos indicaría que toda nuestra vida como hasta ahora la conocíamos iba a cambiar, y no sabíamos hasta qué punto. Esperamos los minutos quizá más largos de nuestra vida y en la pantalla apareció… «Embarazada 2-3 semanas»… Vale, vamos a ser papás… ¿Y ahora qué?
😱😱

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