Los primeros matches:

¿Por qué me gusta ligar por internet?

Cuando, en el mundo offline, cuento que uso Tinder y sucedáneos, la gente suele actuar de dos maneras: o juzgan mal, o lo toman con naturalidad. Me enfrento muchas veces a las ya archiconocidas frases de “es que estás desesperada”, “ahí no vas a encontrar a nadie normal”, “van a pensar que sólo buscas sexo”, “eres una irresponsable, podrías estar hablando con un psicópata” … y otras parecidas. Para ahorrarme conversaciones que no me aportan nada, ahora selecciono a quién le cuento qué, y evitar responder algo borde como “no, no estoy desesperada, estoy aburrida”, “entonces, si yo estoy en Tinder, ¿es que tampoco soy normal?”, “puede que solo busque sexo, piénsalo”, y varias más. 

Está claro que internet entraña sus riesgos, y todos los conocemos. Por mucho que nos guste divertirnos haciendo match y teniendo citas, no hay que olvidar tener la cabeza sobre los hombros y pensar de vez en cuando. A pesar del riesgo, yo soy una clara defensora del amor online, lo veo como otra posibilidad de conectar con alguien en el Siglo XXI. Reconozco que no es mi método preferido, pero es tan válido como que te presenten a tu príncipe azul en una quedada de amigos.

¿Por qué me gusta ligar por internet?

  • Puedo ligar sin salir de casa. Esto supone que no tengo que hacer todo el proceso de chapa y pintura, y en lugar de vestirme, maquillarme, probarme medio armario y gastar tiempo y dinero en la calle, puedo estar hablando con alguien en pijama desde el sofá. Con un moño roñoso, ojeras, y el pijama más feo pero calentito que haya encontrado al fondo del cajón. 
  • Priorizo mi tiempo. Como todo hijo de vecino, tengo muy poco tiempo libre, y el que tengo lo lleno de compromisos de amistades, familia, cañas con los del curro… así es muy complicado «salir a ligar». Por lo que si encuentro a alguien con quien merezca la pena invertir tiempo, le hago un hueco en la agenda, ¡pero ojo, que no a cualquiera!
  • Expectativas realistas. Típico viernes noche, sales por la puerta de casa con unos buenos tacones, labios rojos y ganas de comerte el mundo. A la tercera copa el panorama no puede ser peor y acabas volviendo a casa sola y pensando quién te mandaría salir de caza. Para esto no me arreglo yo. En el bar solo había babosos y borrachos. ¿Dónde se meten los tíos de verdad? A través de internet puedes por lo menos asegurarte de que habrá tema de conversación previo, aunque puede salirte rana, ¡no te confíes! Al ir a una cita Tinder es más probable que salga según espero porque he tenido trato antes de quedar por fin, pero también me puedo llevar alguna sorpresa (que no siempre son desagradables). 
  • Puedes hacer mutis por el foro sin sentirte culpable. Cuando un chico te da la brasa en un bar y no puedes echarlo con una patada en el culo porque eres muy educada, sólo te queda mirar con ojos de cordero degollado a tu amiga al otro lado de la barra implorando clemencia y que te rescate de ahí. En Tinder, si el chaval no te mola puedes hacer dos cosas, o dejar de contestarle o borrar el match. Qué facilidad. Qué sencillo todo. 
  • Pelazo y cerebro debajo. ¡La magia de las palabras! En Tinder puedes saber si el muchacho escribe con faltas de ortografía o no. Yo soy doña perfecta con la ortografía (aunque como todo mortal también cometo errores) y me ha pasado de conocer a un chico maravilloso y que me ponga «te hecho de menos». Socorro. Me duelen los ojos. Bajada de sex appeal inmediata. Menos mal que existe Tinder para tener otro filtro más. ¿Quién no se ha encontrado al hombre de sus fantasías y cuando ha abierto la boca se le ha caído el alma a los pies? En Tinder lo primero es el físico, sí, pero al menos podemos comprobar que tiene pelazo y cerebro debajo, como diría La Vecina Rubia. 
  • No hay tiempo que perder. Puedes hablar con cuantos quieras a la vez, y no tener las manos atadas a hablar sólo con uno. El mercado está muy mal, y yo actúo como si se tratase de pruebas para un puesto de trabajo: mismas preguntas, mismo estilo de prueba, varios candidatos. Si apruebas pasas a la siguiente fase, si no, adiós y buena suerte. Esto no puedes hacerlo en un bar, tienes que dedicar tu atención a un solo chico a la vez. ¡Tempus fugit! Hay que exprimir cada momento y optimizar nuestro tiempo. 
  • La casualidad. El mundo online te permite conectar con personas que de otro modo nunca hubieras conocido. Ya no existe eso de “estar en el momento adecuado en el sitio correcto”, sino que ahora ese espacio-tiempo lo manejamos como queremos. Aunque soy una firme creyente del destino, y que si estás destinado a conocer a alguien finalmente ocurrirá, si le ponemos las cosas más fáciles no creo que se enfade. 
  • Sabes que hay luz verde. ¿Cuántas veces os ha pasado de fijaros en alguien maravilloso y de la nada la realidad os ha dado la torta del siglo? “Tiene novia”. Y ¡pum!, todo el esfuerzo que estabas haciendo para que se fijara en ti cae en saco roto. En el mundo online al menos sabemos que quien tiene un perfil en las apps de ligar por internet no tiene pareja (en la mayoría de los casos, que me he encontrado de todo). 

Como venía diciendo, una de las razones por la que me gusta ligar por internet es que puedo conocer a varios chicos a la vez. Las historias que os vaya contando habrá que tener en cuenta que ocurren en el mismo espaciotemporal, pero por no hacernos un lío (suficiente aguantan mis pobres amigas) contaré cada una por separado. Descubrí a un par de chicos interesantes por Bumble y por Tinder, con los que estuve hablando durante días. 

Ben es un chico americano que lleva algún tiempo trabajando en Madrid como fisioterapeuta, y que, además, tiene muy buena conversación. Esto me gusta, empiezo a tener ganas de conocer más de Ben, me resulta gracioso y simpático. Seguimos hablando durante unos días más, y me propone tomarnos una cerveza ese jueves (era domingo), y acepté. La conversación fluía a las mil maravillas y tenía pinta de que el jueves esa cerveza no iba a decepcionar. 

Error. El martes Ben no daba señales de vida, y espero al miércoles para preguntarle que si seguía en pie quedar al día siguiente. ¿A ti te respondió? Porque yo nunca volví a saber nada más de él. 

Yo no creo estar loca para que estas cosas me sienten mal. A ver, que no hay ningún problema si has cambiado de opinión, pero por favor, al menos da una negativa. Entiendo que pueda darte pereza “dar explicaciones”, pero no sé, no estaría de más cancelar un plan si hay otra persona pensando que va a ocurrir. ¿Quién me dice que de no haber quedado con Ben hubiera podido quedar con otro que sí hubiera aparecido? Spoiler alert: no me gustan los ghostings.

Por otros lares encuentro a Pablo. No me llama la atención físicamente demasiado, pero tiene ese noséqué que quéséyo que me hace darle al corazón y empezamos a hablar. El chico lleva las pilas cargadas y calientes. No sé por qué, pero le sigo el rollo a mí manera, es decir, que me hago la niña-buena-que-no-ha-roto-un-plato-en-su-vida mientras él intenta llevarme por otros senderos más oscuros.

Ay, cielo, no juegues con quién inventó la diversión. La verdad es que no me apetecía mandarme mensajes calientes con alguien a quien no conocía de nada, pero quizás me pilla en otro momento y sí. Conmigo nunca se sabe por dónde voy a salir. Seguimos hablando durante algunos días, él intentando que le siguiese el rollo mientras yo le dejaba con la miel en los labios. Sí, soy muy capulla a veces, pero las reglas del juego las pongo yo.

Proseguimos charlando de la vida, de lo que viene siendo “¿qué tal tu día?”, comentamos películas, contamos cosas de nosotros… básicamente, una charla distendida y tranquila durante varios días. Sin embargo, empecé a ver poca iniciativa en Pablo, y decidí dejar pasar un tiempo sin escribirle yo a ver qué pasaba. 

Efectivamente, otro que no ha vuelto a dar señales de vida.

Seguiremos probando suerte en el amor. 

Siempre vuestra, 

Tinderella

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